viernes, 20 de marzo de 2015

Humanidades

Ayer tuve un roce con varias formas de la inmoralidad que ni siquiera se reconoce como tal, con la chapuza intelectual y con la fealdad del decir y hacer. Me di cuenta de cuan imprescindible es esto que llamamos humanidades, ese "espíritu de fineza" del que hablaba Pascal. No se trata solamente de conocer mejor algunas cosas: lo que pensaron unos filósofos, escribieron unos poetas y compusieron los músicos, sino más bien y sobre todo, tener una sensibilidad más afinada que impulse y haga necesario para cada uno tener pensamientos y acciones morales, bellas y verdaderas. Sobre todo que haga importante buscarlas, poseerlas y cuidar de ellas. Que el sujeto sepa que un trato justo consigo mismo y hacia el otro vale la pena, que saber más y mejor es una fiesta y que la belleza no es un mero adorno prescindible.

Las humanidades deberían crear esa cultura de la sensibilidad y apertura, del interrogarse sobre sí mismo, de reconocer la finitud humana, la necesidad de sopesar, es decir, enjuiciar sabiamente, del crear una cultura reflexiva que permita, sobre todo, reconocer esto como fundamental.

Mucho de la mejora de nuestros terribles males pasa por ahí y por haberla descuidado y no darle su lugar durante décadas estamos en el infierno nuestro. Pero sobre todo, pensar que una solución técnica (como la económica) o estratégica del poder como únicas salidas al desastre, sin reconocer lo deformado que estamos en otros aspectos, hará que simplemente bajemos un círculo más en ese infierno. 

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