lunes, 13 de octubre de 2008

Publicidad nuestra





Hay propagandas, sobre todo en televisión, que son más o menos “honestas”. Son aquellas que expresan su propósito de forma evidente como, por ejemplo, “si quieres tener dientes blancos compra la pasta X”, o “el banco Y te ofrece seguridad y rendimiento para tu dinero”. Pero hay otras que para vender cualquier cosa parece, en una primera mirada, que se salen del campo de su referencia inmediata y se apropian de rasgos fundamentales de la vida. El amor a los hijos, la felicidad, la esperanza en el futuro, la vitalidad de la juventud, son agua que mueve el molino del mercado. Tengo en mente la de una camioneta Ford en la que un tipo, de barba, cabellos más o menos descuidados, una suerte de profesor de “la sociedad de los poetas muertos”, da un discurso a unos graduandos en el que les recomienda ser arrojados, atrevidos, no convencionales, que se embriaguen de experiencias y termina sibilinamente diciéndoles que la comodidad no está en un lugar sino en el camino. El camino solitario por el que se puede transitar en una camioneta Ford por supuesto.

La molestia viene de este exceso que hemos señalado ¿cómo una simple propaganda de carro nos va a decir cómo vivir? ¿cómo la maternidad, el feliz desarrollo de un bebe está cifrado en un pañal? ¿la alegría de la fiesta en una cerveza? La vida, pensamos ingenuamente, no es eso ¿cómo nos la roban, la usan, la prostituyen de esa manera?

Esta legítima inquietud muestra, sin embargo, una mirada que no piensa, como todo pensamiento abstracto, el otro momento de la relación. El que la propaganda parezca invadir, entrometerse en la vida como algo ajeno es una falsedad. La vida se ha hecho también propaganda. Los jeans son los que hacen bella a la muchacha, un celular, como me dijo un estudiante, representa a quien lo lleva, la infancia son las películas de Walt Disney y el sentido de la vida lo muestra un carro. La vida no es una joven virginal amenazada por la perfidia del mercado, es la mujerzuela resabida que se vende a muy bajo precio. La conciencia se constituye a partir de la realidad, de modo que las formas del mercado, la lógica de la publicidad, están no en una exterioridad separada de la razón, sino también, fundamentalmente en nosotros y se reproducen a partir de nuestro pensamiento y actuar. El mercado funciona porque somos el mercado, el consumismo existe porque comprar necedades nos realiza. Una propaganda imbécil que pretende profundidad tiene sentido porque le damos cabida (lean los comentarios al video), porque nos describe y es reflejo de la chatura en que nos hemos convertido nosotros y la pacotilla que hemos hecho de la cultura y existencia humanas.