domingo, 9 de octubre de 2016

Hacer Ahora



"Hacer elecciones no es la prioridad" dijo Maduro esta semana. No habrá elecciones hasta que no les convenga. Es decir, posiblemente nunca. Con ello se cierran cada vez más las posibilidades de una salida pacífica, se agotan las soluciones políticas de la crisis. La dictadura se hace cada vez más impúdica y descarada. Siguiendo esa lógica autoritaria -¿militar, de partido, de pranes?- el gobierno no solamente viola continuamente la Constitución y las leyes, sino ahoga toda forma de convivencia ciudadana. Se enreda y hace cada vez más locuras. Es incapaz de entender que se interna en un laberinto que tiene por salida un monstruo que nos puede comer a todos. 
La negación de enviar el presupuesto a la Asamblea Nacional para que se promulgue como ley es un ejemplo de ello. Esto que por sí mismo ya es una ilegalidad grave implica a su vez que toda ejecución de ese presupuesto que haga cualquier funcionario, sea para gastarlo o convenir endeudamiento público para financiarlo es un delito. Igualmente así sucede con la testaruda insistencia en distribuir ineficiente y sobre todo injustamente la escasez mediante los CLAPS para así maximizar el control político de la inmensa mayoría hambrienta, promover la corrupción a todos los niveles (la forma favorita del gobierno para ganar lealtades) y de paso  destruir o menguar el comercio, único sector privado de la economía que quedaba más o menos en pie.
Esto hace que el cerco se cierre y se sientan cada vez más atrapados, producto más de su propio caos que mediante las acciones de la oposición. Así se hacen más violentos y peligrosos por una parte y tensan la crisis a niveles en que puede estallar por cualquier hecho insignificante y, debido a las  fuerzas ahogadas y represadas, desembocar en un resultado imposible de controlar por nadie.

Ello es lo que ha configurado un escenario de confrontación entre la mayoría del país y el gobierno.
Por supuesto que es parte de su estrategia porque tiene todas las de ganar en ese tablero de la violencia al controlar la fuerza armada y medianamente los paramilitares y bandas delictivas que aúpan y protegen… por ahora. La única forma que tenemos los ciudadanos de enfrentarnos con éxito es ahogar al gobierno con la presión popular en la calle, pacífica pero contundente. Buscar nuevas formas de protesta, más efectivas que sólo las marchas, más organizadas y frecuentes. Se trata de convertirnos en miles de activistas  en muchas áreas presionando todo el tiempo y con la mejor coordinación posible. Ser un enjambre de miles que los abrume de tal modo que acaben por huir. La picada de una abeja apenas produce una ligera inflamación pero cientos picando en una nube organizada y haciéndolo constantemente es inaguantable.
Para eso hay que ampliar los actores, las estrategias y los escenarios. Los que manejan redes y medios pues ahí, tratando de dejar de ser solista y cantar a coro. Los que son audaces y atrevidos que hagan acciones sorpresas en la calle, como un discurso en una cola, en la universidad, en plena calle, repartición de propaganda. Organizándose, evitando la confrontación, con respaldo y protección. El que hace música que componga canciones, los que escribimos seguir haciéndolo y buscar llegar más lejos (por ejemplo con los de las acciones callejeras y los de las redes). Se trata que no seamos “algunos a veces” sino “muchos, muchísimos casi todo el tiempo”.

No creo en una coordinación absoluta central, sino en espacios plurales, dinámicos para hacer acciones particulares y más generales. Evidentemente habrán unas de consenso (como el primero de septiembre o la participación en la recolección del 20%) y otras más restringidas y “especializadas”, unas más en coordinación con otros grupos y otras particulares de grupos pequeños. Pienso que la MUD está apuntando un poco a eso y creo que  hay que fortalecer esa metamorfosis que la está cambiando de ser una unidad de partidos con un objetivo solamente electoral a una expresión de la diversidad de la sociedad y espacio de encuentro y acción. Pero no puede ser ella el único centro de donde salen todas las iniciativas, sino más bien, acaso parte de una inmensa telaraña que se riega por el país y en el exterior. Esa red contará con actores y organizaciones autónomos que en algún momento deseen coordinarse con otros o sigan su camino ya no tan solitario.
Llámese resistencia civil, resistencia no violenta, insurrección pacífica, defensa de la Constitución. Lo que hagamos debe ser inclusivo, amplio, sin violentar las leyes y sobre todo a los otros ciudadanos. Hacer visible y activa, con voz la inmensa mayoría que quiere cambio, que no aguanta más este gobierno canalla e incapaz y no quiere ese hacer ese tránsito de forma violenta sino democráticamente. Debemos de valernos de todos los medios, desde apoyando a la Asamblea Nacional, exigiendo reglas claras y justas para el revocatorio y otros escenarios electorales, usando todos los medios de comunicación posibles, haciendo lobby en gobiernos e instancia internacionales, buscando acuerdos con todos los sectores nacionales, unir a toda la gente afuera y coordinarla en objetivos claros y productivos.
Todo este movimiento debe agruparse en su diversidad alrededor de objetivos claros. En primero lugar sacar al Maduro y la cúpula gorila mafiosa. El que esto sea por el referéndum revocatorio,  o por una amplia protesta popular, o una asamblea constituyente lo decidirá el momento. Se debe negar toda estrategia que le de aire y permita la prolongación de Maduro y su combo. El gobierno con Maduro a la cabeza debe salir. En segundo lugar comprometerse con un gobierno de transición de base amplia y consenso –ese consenso debe contar con sectores del chavismo pero excluir claramente a los responsables directos de la crisis, lo corruptos más conspicuos y los que han cometido violaciones graves de derechos humanos-  para poder realizar los duros ajustes en las áreas que son prioritarias. Ningún escenario y acción, dentro de estos marcos generales, debería ser negado a priori.
Ambos suponen una conducta lo más clara, honesta y transparente posible de parte de la dirigencia y en especial de los políticos reunidos en la MUD. Evitar por ejemplo los errores del diálogo tapado y oculto. Entender que la unidad debe ser la estrategia más importante, limitar y posponer las agendas y proyectos más particulares que produzcan ruido no solamente en la MUD sino también en grupos importantes de la inmensa mayoría opositora. Hacer todo lo posible para entender el momento y dar los pasos adecuados, esto es, ser prudentes.
Entre los ciudadanos debemos hacer el esfuerzo de conseguir los tiempos y espacios para realizar las acciones a las que podamos sumarnos. Eso significa no caer en la inercia de la dura cotidianidad nuestra, asumir los riesgos –limitándolos todo lo posible- que supone oponerse a un gobierno gorila-malandro, comprometerse en objetivos comunes, apartar la esterilidad de la disputa interna para enfilar todo el esfuerzo en combatir este enemigo débil pero todavía fuerte. Ejercer una crítica que no reste y disminuya sino aumente la potencialidad de la acción ciudadana.

En último lugar, pero que debe ser el alma de todo lo sugerido aquí,  se trata de comprender que la realidad colectiva, social la hacemos nosotros juntos. En esto consiste ser ciudadanos, esta es la esencia de la democracia que no es -por cierto- solamente la participación en elecciones. Lo que es verdad todos los días de forma más o menos ciega, callada, ahora debemos de hacerlo consciente y organizado. El presente y el futuro, e incluso el pasado, están en nuestras manos. No es resultado de fuerzas ocultas o voluntarismos preclaros sino de una sociedad que conoce su situación, tiene claro cómo quiere ser –y por supuesto cómo no quiere seguir siendo-  y se organiza colectivamente para lograrlo. En nosotros pues está la principal responsabilidad, la posibilidad del fracaso y seguir en este horror o lograr la libertad y democracia para poder tener una vida digna de ser vivida. Hay que actuar. Ahora.

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