Vale la pena leer este artículo de El Nacional
http://goo.gl/429Jiq para darse cuenta de la naturaleza delincuencial del
“proceso”, de la médula autoritaria y perversa que lo constituye. La gente de
la parroquia del 23 de Enero está bajo el "gobierno" de los
colectivos que se han dividido entre ellos, a veces a plomo limpio, el
territorio en pequeños feudos. Ahí son todopoderosos: vigilan y mantienen el
orden, patrullan, persiguen, castigan y ejecutan si es necesario a los que
ellos consideran culpables. Tienen empresas, negocios y hasta centros
recreacionales. Organizan la vida social como todo el país atestiguo con las
imágenes de la “formación y educación” de los niños de la comunidad sosteniendo
fusiles de asalto, mostrada ampliamente en la redes sociales. Poseen
televisoras, radios y periódicos. Por supuesto, apoyan al gobierno que los ha
dotado de equipos, dinero, armas y, sobre todo, de una inmensa impunidad para
que en esas “zonas liberadas” ejerzan el poder como mejor les parezca.
Estas "organizaciones populares" se han erigido en
“autoridades” sin ser elegidas por nadie, sin dar cuentas a nadie, ni a sus
"bases" ni a entidades del Estado. Su legitimidad no es la que otorga
el pueblo, sino la de ser fieles y cómplices de los mandones de más arriba.
Nadie, sino ellos mismos, se controlan, auditan, examinan, mucho menos juzgan y
castigan cuando alguno incurre en un delito, como efectivamente ha sucedido.
Hasta Chávez los denuncio una vez públicamente y ahí siguen. Se trata de un
puñado de matones armados que deciden la vida de la gente, donde no hay
posibilidad alguna de protesta porque es acallada a coñazos, reclamar a alguna
autoridad y menos emprender algún recurso legal contra sus acciones.
Simplemente la gente en el 23 tienen que calarse lo que estos tipo digan y
hagan en las narices mismas del Gobierno, sí ahí mismo, al ladito de
Miraflores. El reino de la fuerza, del silencio que atraganta por el miedo a la
violencia que ejercerán sobre el que se atreva a cuestionar sus “políticas” o
las de la “revolución”, de la arbitrariedad y la indefensión de la mayoría. Las
leyes no existen sino su ley, la anarquía del gatillo, el gobierno de los
pranes.
Se trata de la disolución del Estado de la peor manera, nada
que ver con sueños utopistas ácratas o comunistas. Más bien, es un salto atrás
a formas despóticas pre-modernas dónde unos pocos se imponen a la fuerza sobre
muchos. Estas formas autoritarias malandras son, como decíamos, una maqueta de
la destrucción del poder político republicano emprendida por los chavistas,
pero también señalan las tareas que faltan para completar la transformación del
Estado en la selva pura y simple.
Desmontar esta inmensa injusticia cotidiana contra la gente
del 23 de Enero pasa porque nos liberemos todos. Nosotros somos ellos.
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