jueves, 26 de junio de 2014

La carta

La carta de Giordani señala lo que ya sabíamos pero las líneas de este canalla disfrazado de “libre y radical” tienen el único mérito - y es lo único que le agradezco- de hacerlo tristemente evidente. Muestran claramente como lo heroico y luminoso del ideal se transforma, gracias a la fuerza indomable de lo real, en pedazos mal pegados y en descomposición. 

El proyecto socialista se ha convertido en un triste naufragio dónde lo primero que se tiró por la borda fue el país que teníamos. Con el hundimiento de ese bodrio nos estamos ahogando todos. La tan cacareada unidad cívico militar se ha transformado en unos milicos que bozaleados con muchísimo dinero, casas, carros y quién sabe qué otra indecencia, son ahora el brazo armado de una mafia. Esa misma mafia se hizo con todo el aparato del estado para satisfacer los delirios narcisista de un tipo realmente psicópata y ahora apenas para mantenerse en el poder, entre otras cosas, porque saben que fuera de él les va a ir muy pero muy mal. Las elecciones de las que se han enorgullecido tanto no eran en su esencia sino grandes operaciones financieras con el dinero de todos para beneficiarse ellos mismos y su apetito de hienas, la democracia como el gran negocio. La participación del pueblo heroico devenida en obediencia perruna, que en caso de mostrar un atisbo de libertad, autonomía y crítica es sometida a palo limpio, perdón a plomo parejo. Nosotros, de ciudadanos somos ahora sobrevivientes – los de aquí y los de afuera – rehenes de un grupo de pranes crueles e incompetentes. La inmensa riqueza que transformaría la sociedad fue un festín del que ya ni siquiera las migas y sobras nos merecemos y la vanguardia política de la revolución se mostró como la peor banda de saqueadores de la historia de nuestro país. 


Esta era la revolución bonita, este iba a ser el país potencia, esta fue la vanguardia de las luchas de nuestro continente. Este, el mierdero.