sábado, 11 de enero de 2014

Recetario criollo

Tome un gobierno o si prefiere un "proceso", añádale un boom petrolero como nunca antes se ha visto, es decir, diez años con el barril a 100 dólares, quédese con una parte de lo que eso produce y el resto gástelo en otros países promoviendo sus proyectos personales y sosteniendo a sus aliados. Quítese 250.000 vidas (si no las tiene prodúzcalas con complicidad, indolencia, bajos sueldos de la policía, un sistema judicial podrido, mucho de no importarle nada el sufrimiento de miles de personas. Justifique con cualquier argumento la delincuencia y a los delincuentes), súmele 54% de inflación en el último año, una escasez estructural y una generosa porción de corrupción. Pulverice su sector agrícola e industrial privado (o hágalo melcocha nacionalizándolo) y cuando no quede casi nada sólido disuelva en él la otra parte de la actividad privada que era el comercio hasta que no haya nada en los anaqueles. Añádalo durante meses a la mezcla. Haga creer que hace mucho por la educación pero deje que se agote, se ponga mustia y quede en un estertor apenas con vida. Proceda primero con la educación básica, luego con la superior. En esta última corte la investigación y deséchela. Para que obtenga más de esto, masifique todos los niveles a esa bajísima calidad. Todos los egresados espolvoréelos poco a poco porque de hacerlo a un mismo tiempo descompone todo la mezcla. Machaque la convicción de que estudiar no vale la pena, que la vida se resuelve mejor de cualquier otro modo que formándose. Deje los hospitales caerse a pedazos, que la gente se muera porque no hay insumos como, por ejemplo, para diagnosticar y curar el cáncer, pague un dineral al gobierno cubano por médicos, exporte los que usted mismo produce en sus universidades a otros países. Las clínicas privadas ahóguelas hasta colapsarlas. Con mucho cuidado aumente la gasolina, devalúe por lo menos en 100% la moneda. Quítele toda civilidad a los militares y militarice toda la sociedad. Coloque todo esto en la olla de presión a temperatura de infierno. Para evitar que explote imbecilice a la gente, quítele toda iniciativa y esperanza, convénsela de que no pueden cambiar nada, que no se debe protestar, que hay solamente que calarse esto, que no hay alternativa. Pero sobre todo insista en que ellos son objetos y no sujetos de su propia realidad. Refuerce lo peor de la oposición, blinde todas las instituciones especialmente la justicia y el poder electoral, tome la constitución, sáquela y si desea úsela para rendir el papel tualé. Aturda a todos obligándoles a estar pendiente de sobrevivir, que no los maten, urgidos de encontrar leche, azúcar, arroz, diversas harinas, pollo y carne. Endúlcelo con algún dakaso en el sector que todavía quede en pie. Cuando comience a oler a azufre y mierda, ábralo, póngalo en diversos moldes, déjelos enfriar y disfrute sus adolfitos, enchufados, vivos, bolichicos, pranes, un pobre raspatarjeta y otros tipos de hombre nuevo. Cómalos en abundancia, terminará no dándose cuenta y ni siquiera lo indigestarán. La idea es que se convierta en uno de ellos.