Ella es hermosa, brillante y científica a carta cabal.
Profesora de la Facultad de Ciencias de la UCV, con nivel de postdoctorado,
investigadora, comprometida hasta la médula con la Academia porque su trabajo
en el aula y el laboratorio no es trabajo sino su vida. Con una mezcla de rabia e indignación me contaba cómo se paraliza de forma cada vez más alarmante la
investigación. No se pueden comprar los insumos y equipos necesarios, no
solamente por el vergonzante ahogo presupuestario, sino por el laberinto de
trabas que inventa la burocracia del gobierno para controlar cada aspecto del
hacer de la gente e instituciones.
Lo cierto es que en las Universidades Nacionales, donde se
hace la inmensa mayoría de la investigación en ciencias naturales y tecnología
del país (entre otras cosas porque solo en ellas hubo los recursos, en algún
momento, para el desarrollo de los talentos que la llevaran a cabo y la dotación de la infraestructura física costosísima para una
Universidad privada) el trabajo científico está muriendo. Esto quiere decir que
se paraliza la investigación científica en Venezuela, así de sencillo, vamos a
ser un país donde la producción de conocimientos y resultados tecnológicos será
nula o completamente inexistente. Estamos hablando no solamente de las ciencias "puras" sino en medicina, farmacia, ingeniería, odontología, entre otros. Como mi amiga, miles de personas que han
dedicado lo mejor de sus esfuerzos a formarse, crear conocimiento y saberes tienen
como futuro la frustración y la nada. Para el país es un paso gigantesco que hace
más profundo el abismo estructural en el que estamos sumergidos, la
inopia del conocimiento y la oscuridad más tenebrosa.
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Mi hija estaba con una gripe tan fuerte que la llevamos al
médico. Seiscientos bolívares costó la consulta. Mi sueldo de profesor a
dedicación exclusiva es Bs. 3800. Eso
quiere decir que si pensamos que cada consulta del pediatra dura media hora, en
tres horas y media hará mucho más de lo que yo gano en un mes. Cualquiera sabe
que esa tarifa no es una especulación horrorosa, sino está en el orden normal
de lo que cobra un médico. El problema no es ese, sino la miseria forzada a
que nos tiene sometidos el gobierno nacional a los universitarios (estudiantes,
obreros, empleados y profesores) que han convertido a las Universidades
Nacionales en poco más que guetos dónde apenas se pueden llevar muy
precariamente las actividades que le son propias y que cada vez se reducen o extinguen.
No hay quien quiera ser profesor, al contrario, las deserciones del personal
docente son cada vez más alarmantes para irse al sector privado o fuera del
país. Todos los insumos para la investigación y la docencia y demás actividades son escasos o ya definitivamente inexistentes y los universitarios tenemos que dedicarnos a ingeniarnos y rebuscarnos fuera de la Academia para poder simplemente sobrevivir.
Todo ello porque este gobierno al no poder tener el control
político de las Universidades ha decidido aplastarnos con un presupuesto que es
el mismo desde el 2007, con el cerco jurídico que impide las elecciones y
produce un agotamiento en todas las instancias de dirección y finalmente con el
respaldo explícito y tácito a los violentos que han cometido contra los
miembros de la comunidad e instalaciones, sobre todo en la UCV, agresiones de una saña y vileza núnca vistas.
Esto, como suele suceder en los procesos culturales tendrá consecuencias gravísimas
en décadas siguientes y corregirlo llevará otro tanto más. Es demasiado el daño que se
ha hecho.
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Solamente la estupidez del fanatismo o la simple brutalidad
gorila puede ver en ese ahorcamiento a las Universidades Nacionales un triunfo
del que ufanarse. La destrucción sistemática que desde hace al menos unos diez
años se ha propuesto el gobierno contra las Universidades Autónomas es
uno de los crímenes que más caro costarán al país entero. La perdida de
talentos, el hundimiento de la infraestructura física, el acoso por todos los
medios de la comunidad universitaria la pagaremos caro no los gobernantes que
la ejecutan o los que estamos dentro de ellas, sino la sociedad venezolana toda.
Además llama la atención la cobardía con la que se lleva a cabo: al no tener
fuerzas políticas dentro de las Universidades que mediante los mecanismos electorales
propios de la vida universitaria se hagan con el control de las instituciones e
introduzcan y propicien los cambios que se desean, han realizado este sofocamiento
en cámara lenta, acosándonos por todos los intersticios, sin ni siquiera tener
el coraje del asalto definitivo, la toma frontal, porque entre otras cosas
reconocen que tendría un costo político enorme. Las Universidades nacionales aún
con lo agotadas que están son todavía un símbolo. Por ello el totalitarismo
mediocre no se atreve. Son preferibles los modos indirectos de los canallas.
Frente a eso
sorprende el mutismo obediente, cuando no complicidad abierta, con este proceder
de hienas y chacales, de miembros del gobierno que son también miembros de la
Universidad y, también hay que decirlo, un silencio ominoso del pueblo venezolano, a quien a
fin de cuentas le pertenece la Universidad. Yo no creo en justicias divinas ni
en equilibrios morales y automáticos del mundo. Sí, en cambio, en la toma de
conciencia de la gente y en la práxis política
que articule los modos para que este grave, vil, egoísta y ciego ataque
a la Universidad venezolana termine y se castigue, sobre todo barriendo del
poder a sus responsables y ejecutores.